martes, 11 de marzo de 2014

Te caes y te levantas.

Te caes y te levantas.
Te caes y te levantas.
Te caes y te levantas.
Y en eso consiste la vida, el día a día.
Te caes y te levantas.

Todos tenemos malos días. Días en los que caes rendido en la cama. Literalmente.

Respiras profundamente. Una vez. Dos veces.

Sientes cómo en el momento en el que te tumbas toda la tensión se diluye y deja de pesar.

Respiras profundamente. Una vez…. Dos veces.

Esa piedra que llevas en el corazón y en el estómago cambia de estado. De sólido a líquido. Te tumbas, fluye por tu cuerpo y se equilibra. Llega a todas partes. Aún está ahí, pero el peso está repartido.

Respiras.... Una…vez…. Dos…veces.

Sientes salir la tensión por los poros, como una olla a presión muy silenciosa. Respiras… Alguien estira de un hilo invisible que sale de tu cabeza. Respiras… de tu estómago. Respiras…de tus pies…

Respiras……… Una……… vez…..…Dos…

Y de repente es de día. Nuevas posibilidades. Nuevos retos. Tropiezos, caídas, luces, sombras, frío, calor, sonrisas, lágrimas, momentos de estrés, momentos de paz, recuerdos, experiencias, pensamientos. Emociones a flor de piel. Todo es nuevo, hasta lo antiguo es nuevo. Quizá es deformación profesional. Todo se puede aprender, ver, observar, escuchar, tocar, saborear. Porque cada vez que nos levantamos es un nuevo día con nuevas oportunidades.

Os preguntaréis: “¿Es que tú nunca has tenido un mal día?”. Sí, muchos, cientos. Pero alguien, y con alguien quiero decir mi madre, me enseñó que de todo se aprende, que cuando te caes te levantas, revisas con qué te has tropezado y si lo puedes apartar del camino para que ni tú ni nadie vuelva a tropezar. Que un mal día lo tiene cualquiera pero si le pones buena cara pasa mejor.

Lo que nadie dice es que es difícil de narices. Es complicado y cansa mucho. Muchísimo. Pero sigue adelante, porque valdrá la pena. Ponte un objetivo. Lucha por él. Defiende tus sueños de los obstáculos que el mundo te ponga. La felicidad no es fácil ni gratis. Esfuérzate por conseguirla.


“Madre mía, qué filosófica estás”. Soy rara, ya os lo he dicho. De las raras que cuando son felices se sientan a pensar. Como todos, soy de las que se da cuenta de que su sueño, su vocación, no es tan perfecto ni tan idílico como pensaba. Pero podemos aceptarlo con buena cara, igual que aceptamos que fallamos, que nos caemos y que nos levantamos. Podemos aceptar que somos humanos ¿no?

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