jueves, 7 de febrero de 2013

Brisa


Llega un momento en el que estás hasta los cojones de la gente que te desmoraliza.

Primero porque te hacen sentir mal, te afectan demasiado sus críticas y al final consiguen lo que buscan: no eres capaz de hacer lo que te propongas. La gente que lo hace a propósito es mala, muy mala, porque saben que pueden controlar tus sensaciones y eso les da poder. Pero la gente que no lo hace a propósito, que lo hace inconscientemente, es peor. Porque no se dan cuenta de lo que hacen y no son capaces de pararlo.

Segundo porque esa sensación de incompetencia que te crean consigue que no seas capaz de enfrentarte a tus retos y miedos. Y en concreto, que no seas capaz de enfrentarte a esa persona en particular, creando un círculo vicioso del que es increíblemente difícil salir. Buscas a alguien que haga de intermediario, que luche por mejorar tu situación. Pero el esfuerzo es en vano: hasta que no luches tú los logros nunca serán suficientes.

Llega un momento en que estás hasta los cojones de la gente que te pide más.

Nunca será suficiente para ellos. ¿Te has esforzado por conseguir las cosas a la primera? ¿Te has dejado hasta el hígado para lograr tus (y aparentemente sus) objetivos? Pues no es suficiente. Siempre puedes dar más. Aprietan el botón y lo giran un poquito para ver cuánto pueden exprimirte.
No niego que siempre seamos capaces de dar más. De hecho, estoy totalmente de acuerdo con esa opinión. Pero ¿qué tal si en vez de con palabras hirientes, desconfianza y malas caras lo intenta apoyo, confianza y reconocimiento? Se llama refuerzo positivo, y es más eficaz que el negativo.


Por fin, a mis 21 años, me he dado cuenta de que tengo que bajarte de ese altar. Tengo que ser objetiva y crítica ante tus comentarios. Porque, aunque te pese, la inseguridad crónica, la falta de confianza en mí misma y la sensación de incompetencia, es culpa tuya.

Por fin, a mis 21 años, me he dado cuenta de que puedo estar segura, confiar en mi misma y soy competente. Y puedo dar más, pero ya no lo haré por ti, porque tú me lo pidas. Lo haré por mí. Y ni se te ocurra creer que seguiré bajando la cabeza cuando pretendas opinar sobre mi vida. Formas parte de ella y siempre lo harás, pero ya me he hecho mayor: tu opinión es eso, una opinión, no un estilo de vida.




Si me quieres lejos,
Lejos me voy, mi amor.
Me encomiendo al diablo
Y puedo ser lo peor.
Enorme mentira
Hace doble la rendición
Y he dejado mi vida
En manos de lo peor.

Alérgica al zumo
De este corazón tan tuyo.
A dos, tres días
De ti estoy seguro y
Me largo deprisa.
Soy como la brisa.
Vuelvo en forma de brisa.
Soy la risa de lo peor.

No me resisto al dolor
Ni al más mínimo error de tenerte aquí.
Yo soy el humo, el ladrón, el consumo, la
rabia y la emperatriz.

Algo sabe distinto
Y creo que no soy yo.
Hago caso a mi instinto
Me voy haciendo mejor.
Me he mordido la lengua.
He partido mi voz que
Convertida en silencio
Te grita diciendo adiós.