He estado en Biescas dos semanas. Todos
necesitamos un sitio así, un cambio de aires, donde estás con gente diferente a
la que acostumbras a ver a diario. Gente que te quiere y a la que quieres, eso
sí, que te enseñe a valorar otras cosas que no son el trabajo y el tiempo en el
que vivimos inmersos. Es uno de esos sitios de los que vuelves, irremediablemente, cambiado. Son personas que
te hacen ser más humano.
Allí me he dado cuenta de que nunca me
han gustado mucho las metáforas manidas. De esas que todo el mundo hace y tú
sólo piensas “pues sí, pero vaya tontería. La vida no es tan simple como eso.”.
Y resulta que ahora que he tenido tiempo y me he podido “sentar” a pensar me da
por usar una de esas metáforas que tanto me he enorgullecido de rechazar.
La vida es una montaña. Caminos
tortuosos que comienzan llanos, poco a poco son más cuesta arriba. Pero si
sigues andando, aunque no te des cuenta, subes y ves cosas increíbles que nunca
habrías visto si no te hubieses esforzado en superar los obstáculos. Y, aunque
el camino nunca dejará de ser difícil, vale la pena seguir adelante porque, si
te fías de las vistas a lo largo del camino, la perspectiva es fascinante
La perspectiva:
Voy a ser profesora
El camino:
Estoy haciendo un Máster de Profesor/a de
Educación Secundaria. Para aquellos que me conocen saben que siempre he querido
ser profesora. Debe ser eso que llaman “vocación”. Pero, aunque siempre lo he
tenido muy claro, a la hora de hacer la solicitud de la Universidad mi primera
opción fue Historia. Sorpresa para todos, incluida yo. Me daba miedo haberme
encasillado en el quiero ser como mamá y decidí hacer un cambio radical.
Primer golpe. Primer tropiezo. Fui feliz hasta que me di cuenta de que realmente sí que quería
ser profesora y que me había metido en un
agujero del que no sabría cómo salir. Estaba en una carrera con pocas
salidas, y aunque una de ellas era la enseñanza, no era el rango de edad
adecuado según mis expectativas de futuro. Problemón.
¿Me cambio de carrera? No. Permitidme dos
frases que resumen la situación:
“Acaba lo que has empezado, y luego, si
realmente quieres hacer otra cosa lo hablamos”. En ese momento, me
sentó como una patada en el estómago. ¡Mis padres limitaban mis aspiraciones de
futuro! ¡Y yo que siempre había confiado en que ellos me apoyarían en todo!
“Tiempo al tiempo”. Mierda, mis padres
tuvieron razón. No les digáis que les agradezco infinitamente todo lo que han
hecho por mí. Incluso frustrarme.
Acabé la carrera, hice unas prácticas
durante el último año que me abrieron los ojos sobre la enseñanza en
secundaria. No era tan malo como parecía. Probé a apuntarme a un Máster
comodín, por si salían oposiciones en algún momento mientras decidía si
realmente quería dedicarme a esto.
Segundo golpe. Segundo tropiezo. No tenía el título de inglés porque, cabezona como soy, me negué
a sacármelo cuando mis padres me lo recomendaron. ¡Y ahora me lo pedían para
poder acceder al Máster! ¡El destino me odia! A pesar de todo, pude hacer un
examen de acceso, aprobé. Y luego me saqué el título. Tampoco me salió tan mal.
Las vistas:
Acabo de terminar unas prácticas
asombrosas en un colegio del que he aprendido muchísimo, especialmente que no
es malo cambiar de opinión y estar abierta a nuevas oportunidades. Que las
decisiones que tomas te permiten crecer y madurar como persona. Como le dije el
otro día a alguien: “Hay un momento en que empiezas a comprar camisas en vez de
camisetas. Y es bueno porque es lo que necesitas”. Cuando se cierra una puerta
se abre otra que te puede llevar a una habitación similar a la anterior pero
mucho más rica y exuberante.
Que aunque
el camino es cuesta arriba con esfuerzo puedes llegar a la cima. Las fotos están hechas en el Parque Natural de Ordesa - Monte Perdido.