viernes, 9 de marzo de 2012

Bandas sonoras

Paseaba después de la hora de comer. Cuando no había nadie y el silencio se adueñaba de las calles. A esas horas apenas pasaban uno o dos coches.

Y le gustaba caminar. Se relajaba, pero al mismo tiempo se sentía activa. Tenía un trabajo duro, con muchas alegrías y muchas penas. Viajaba de aquí para allá en segundos, pero esa era su función en el mundo y estaba orgullosa de ella.
Admiraba a la gente que podía ir leyendo por la calle sin tropezarse con el primer bordillo, pero al mismo tiempo los compadecía.
En realidad no le gustaba esa palabra. Compadecer. Era fea. Era triste. Era condescendiente y daba por supuesta una superioridad que no sentía. Pero no había otra forma de expresarlo. Compadecía a la gente que iba por la calle leyendo, escuchando música, corriendo a todas partes. Sordos y ciegos por el mundo.

Esos sí eran sordos y ciegos.  “No hay más ciego que el que no quiere ver”. Y toda esa gente no quería ver. No querían verse. Temían quedarse solos con sus pensamientos y que llegase el momento de tener que reflexionar sobre sí mismos. Es duro, pero no hay mejor descubrimiento que el que haces sobre ti mismo.

A esa hora el tiempo se paraba. Pero ella seguía hacia delante, porque no tenía un final establecido.

Ella era de todos. Ella, en el fondo, no era de nadie.

Nadie existía sin ella, pero al final siempre tenía que separarse y cedérselos a “La Otra”. Y eran separaciones duras que le dolían, pero para los demás no. Simplemente se iban.


Porque si no te paras a pensar sobre ti, La Vida pasa sin que te des cuenta.

Un paseo por una calle vacía. De fondo se escucha la banda sonora de La Vida. Y si tienes suerte y buscas bien podrás escuchar el pequeño fragmento que es Tu Vida.  


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