lunes, 12 de marzo de 2012

Huesos de melocotón y libros.

Al fin y al cabo, ¿qué era un libro para mí? En el fondo daba igual. Algún día iba a tener todos los libros del mundo, estantes y estantes llenos. Viviría en una torre hecha de libros; me pasaría el día leyendo y comiendo melocotones. Y si algún caballero con armadura se atrevía a acercarse en su blanco corcel y a rogarme que le lanzara mi trenza, lo acribillaría con huesos de melocotón hasta que se marchara.

La evolución de Calpurnia Tate, Jacqueline Kelly


Hoy es un día de esos en los que cogería un libro detrás de otro. Y tiraría muchos huesos de melocotón. Muchísimos. 

Me gusta estar en casa sin hacer nada, debajo de la manta, leyendo, leyendo y leyendo.

En realidad es bastante desagradable la sensación que se te queda cuando terminas de leer después de mucho tiempo. Te sientes lenta, estúpida, aletargada, cansada. Y al mismo tiempo te encanta. Es genial leer y leer hasta perder la noción del tiempo. Es genial estar leyendo y levantar la vista por un momento, porque casualmente has oído algo. Ya que estás, se te ocurre mirar el reloj y te sorprendes de lo tarde que es. Y luego piensas en lo lenta que lees, porque, sinceramente, has leído muy poco desde la última vez que miraste el reloj. O eso te parece a ti.

Las horas se pasan volando. Es como una especie de aura envolvente. Te adentras en el libro, sueñas, imaginas, crees ser el /la (últimamente la) protagonista. Ríes y a veces incluso lloras con ella sin darte cuenta. Te duele lo que a ella le duele. Te hace feliz lo que a ella le hace feliz. Y cuando acaba, suspiras. Uuuuffff. Por fin. Se acabó.

Es una sensación difícil de explicar. Te sientes llena por dentro. ¿Alegría? ¿Felicidad? ¿Cómo se le puede llamar a eso? Estás contenta, eso no se puede negar. Además sientes como si nada te afectara. Eres inmune a toda clase de realidad que enturbie tu ensoñación.

Te levantas del sofá. ¡Tienes hambre y no te habías dado ni cuenta! (¿no es genial?) Vas a la cocina, abres la nevera, los armarios... pero no hay nada que te apetezca. ¿Cómo vas a comer algo ahora? ¿Y si lo que comes te trae de cabeza al mundo y vuelves a la realidad? Paseas pasillo arriba y abajo, estiras las piernas. Vas al baño, te miras la cara abotargada, pero te da igual, no tienes intención de salir hoy. 
Alguien llega, te saluda. "¿Estás bien? Te veo muy pálida". Contestas de forma lenta, pausada. Sus ojos te miran con preocupación. “¿Qué has hecho hoy?” “He estado leyendo”. Y ahí se acaba todo. Se desveló el misterio. No hay más de qué preocuparse.

Te sientas de nuevo en el sofá. “Y ahora, ¿qué hago?” No tienes ni idea de lo que hacías antes de empezar a leer. ¿Qué hacías para pasar el rato? Piensas, piensas. Y cuando te das cuenta has vuelto al mundo real. ¡Mierda!
Recuerdas que antes de empezar el libro no tenías tiempo para “pasar el rato”. Estabas agobiada. Mucho. Tanto que incluso te habías bloqueado, no podías hacer más y estabas tan nerviosa que ni podías dormir. Y recuerdas que todas esas cosas que tenías que hacer antes de empezar a leer aún no están hechas. 
Intentas relajarte: “no debió ser para tanto”, “eres una exagerada”.Seguro que era un mal momento y te pilló desprevenida. Pero no. Sabes que en realidad no.


“Está bien. Calma. Hagamos una lista mental de cosas por hacer. Seguro que no son tantas”. Mentira. La lista crece y crece pero tú no tienes ganas de hacer nada de lo que pone en la lista.

Coges el ordenador, entras en Internet y descubres que el libro que te acabas de terminar es el primero de una colección de ocho. ¡De ocho! ¡Nada menos que de OCHO! Salta un chip en tu cabeza. Una lucecita intermitente, a decir verdad nada pequeña, con un letrero en el que pone ¡ERROR! ¡NO LO HAGAS! ¡MAL! Pero sin saber por qué, lo haces. Te pones a buscar los títulos. Sólo por curiosidad.

“¡Anda! ¡Mira! ¡Si lo puedo descargar!” Otra vez la lucecita. Esta vez más roja que antes. Y nada. Tú la ignoras y te lo descargas. Te mientes a ti misma diciéndote que lo leerás en verano o en cualquier otro momento que tengas de tranquilidad (sea cuando sea). En realidad es bastante cómica la situación. Sabes que nunca conseguirás engañarte a ti misma, que lo dices para quedarte tranquila, pero sigues intentándolo una y otra vez, a pesar de que no surte efecto.

Y efectivamente, decides empezar a leerlo. Sólo por volver a estar fuera del mundo. Pero antes intentas averiguar si el resto de libros se podrán descargar. ¡Narices! ¡Apaga ya la dichosa lucecita!
Efectivamente, todos y cada uno. Los tienes en una carpeta con el nombre de la colección en tu escritorio. Nunca pensaste que una carpeta pudiera ser tan tentadora.

Recuerdas que tienes cosas que hacer, que TIENES que hacerlas. Lo intentas de nuevo: “está bien, las haré, y cuando acabe me los leeré todos”. Lo consigues. Te convences.

Entonces, ¿qué ha pasado para que todavía no hayas empezado a estudiar y ya te hayas leído cuatro libros más?

2 comentarios:

  1. Te entiendo a la perfección. Yo estoy deseando que llegue el martes para que Cata GC me triga la segunda y la tercera parte del libro que me leí ayer en 4h. CUATRO. Soy una máquina. Eso sí, me ha tocado hacer hoy sin ayuda lo que podría haber hecho ayer con ayuda. Y aun me quedan cosas por hacer...creo que empezaré por el libro de Miércoles. O por actualizar...

    ResponderEliminar